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Sobre un campo blanco. Las formas de lo impreso en el libro antiguo mexicano
Nuestras bibliotecas están llenas de piezas preciosas que nos permiten múltiples lecturas, una de ellas se relaciona con ver más allá del autor, el tema o el contenido del libro, observar las formas de lo impreso, las modalidades que adquiere la presentación de lo escrito, y también conocer e identificar los indicios que el propio libro nos da para conocer quiénes participaron en su confección material y decidieron sus estructuras. En la exposición “Sobre un campo blanco. Las formas de lo impreso en el libro antiguo mexicano” he querido justamente abordar al libro como un terreno de labranza, como un campo fértil que permite numerosas configuraciones y estructuras informativas y estéticas.
La estructura del libro antiguo impreso se deriva de un conjunto de factores legales, literarios y culturales que han influido en su diseño a través del tiempo, por lo tanto la visualidad y estética del impreso se conformará por diversos elementos hasta llegar a una estructura más o menos estable y generalizada a fines del siglo XVIII, es en ese momento que sus formas alcanzarán una modalidad cercana a la que actualmente presentan los libros a los que estamos acostumbrados. Algunos de los elementos estructurales de la puesta en página y gráfica editorial provienen de los manuscritos, como por ejemplo el prólogo, la dedicatoria o el colofón; otros más se consolidaron en tiempos modernos, como la portada; y unos cuántos adicionales son característicos del periodo de la imprenta antigua, como el registro de pliegos o los textos preliminares.
Así como en la pintura de caballete existe una relación entre el lienzo y su marco, en las páginas se establece una relación entre la caja tipográfica y sus márgenes, relación que puede variar según el género de la obra y también cambia de una época a otra. Como se podrá imaginar el visitante, algunas de las características de los márgenes en el libro impreso fueron heredadas del manuscrito. La relación entre blanco y negro buscaba lograr un agradable efecto estético al tener las páginas enfrentadas, pareadas y abiertas de un libro. Es por eso que en la imprenta antigua, comúnmente se han usado márgenes exteriores más amplios que los interiores, entre otras razones para que los dedos se apoyen en esa zona sin tapar el texto. Por otro lado, cuando el libro está abierto, los márgenes exteriores compensan el blanco que se genera con la suma de los dos márgenes internos de cada hoja. Y así como los márgenes exteriores son amplios comparativamente con los interiores, el inferior tradicionalmente ha sido también más amplio que el superior, para que el libro pueda ser sostenido con las manos por esa zona de la página.
Una diferencia sustancial entre el diseño de la página del manuscrito y del impreso es que en el segundo caso una parte del diseño se realiza al momento de la comparación tipográfica del texto, es decir que puede distribuirse el contenido por páginas, cortarse líneas y unirse a otras, incluirse ilustraciones, capitulares y otros elementos tipográficos. En el ámbito del libro impreso se denomina compaginación a la construcción o diseño de la página.
Para analizar el diseño de las página es necesario considerar cada uno de los elementos de la misma y el comportamiento de éstos a lo largo de las diferentes secciones del libro: la dimensión de la caja de texto, la relación entre caja de escritura y los márgenes, la presencia de ilustraciones, la disposición de los elementos de señalización de la página (signaturas, reclamos y folios), el número de líneas por página, el tipo de justificación (a línea tirada o en columnas), la presencia de glosas o comentarios, y la organización del texto (inicio de capítulo, jerarquía de secciones, introducción con capitulares o iniciales y el número de líneas que éstas ocupan, presencia de páginas blancas, etc.).
En esta exposición —que ha sido pensada para el público general así como para estudiantes en proceso formativo— he querido ofrecer un recorrido visual e histórico sobre las formas visuales y textuales en las que se han configurado los libros impresos mexicano, publicados en la capital del Virreinato y en Puebla de los Ángeles, entre el siglo XVI a inicios del siglo XIX. El objetivo que persigue esta curaduría es dar información clara y ejemplos concretos de algunas de las formas en que se editaron y diseñaron los libros en la Nueva España. El repertorio del material empleado en esta exposición forma parte de la Biblioteca Franciscana es el que surgió de las prensas americanas, salvo pocos casos de impresos europeos el resto de los ejemplos son publicaciones mexicanas, lo que también nos permite aquilatar la enorme variedad, riqueza y características de nuestra cultura impresa local.
Dra. Marina Garone Gravier
Seminario Interdisciplinario de Bibliología
Instituto de Investigaciones Bibliográficas
Universidad Nacional Autónoma de México
mgarone@unam.mx