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Marcas tipográficas: las huellas de antiguos impresores
El inicio de la imprenta marcó un cambio importante en la forma de transmitir el conocimiento, y es que gracias a esta nueva técnica fue posible la producción masiva de libros, lo que permitió a su vez una mayor distribución a comparación de los libros manuscritos. Antes de la aparición de la imprenta, los libros eran realizados por monjes anónimos que copiaban las obras. Con la llegada del libro impreso, fue necesaria la intervención de muchos más oficios; para que un libro pudiera salir a la luz en el taller tipográfico trabajaban al menos cinco personas, cada una encargada de una función específica. Los primeros libros impresos carecían de portada y para referirse a ellos era necesario citar las primeras palabras del texto. El uso de la portada inició a finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI, en un principio únicamente se incluía en ella el título y el nombre del autor. La firma del impresor que elaboró físicamente el libro se encuentra en la marca tipográfica. Las primeras datan del siglo XV. Al principio su diseño era exclusivamente geométrico. Poco después, los libreros y editores comenzarían a utilizar un emblema en el que se indicaba el taller y su divisa. En un primer momento, al principio de su uso, esta marca se imprimió al final del último cuadernillo del libro impreso –como se acostumbraba en los manuscritos-. Posteriormente se trasladó a la portada, de modo que se convirtió en una imagen que adornaba el texto y funcionaba para identificar a un impresor en particular, indicaba el origen del libro y proclamaba su calidad. La marca tipográfica impresa en la portada, en pocos casos también en el colofón, puede corresponder o bien al impresor –el dueño del taller tipográfico– o al librero –lo que actualmente conocemos como editor o comerciante de libros–. En algunos casos el impresor y el librero correspondían a la misma persona.
Durante el periodo barroco, las marcas tipográficas contenían un complejo simbolismo alegórico. Muchas se inspiraron en las imágenes del Emblematum liber de Andrea Alciato (1531) o en las elaboradas por Sebastián de Covarrubias en su libro Emblemas morales (1610) por lo que es común encontrar en las marcas tipográficas imágenes tomadas de las obras de estos autores, pero con adaptaciones para incluir el nombre del impresor o sus iniciales, su lema o una referencia a las disciplinas que el taller principalmente editaba. En la Nueva España las marcas tipográficas, también llamadas de impresor, se comenzaron a utilizar después de la segunda mitad del siglo XVII, pero carecieron de la relevancia de las marcas del Viejo Continente.
En esta exposición se muestran algunos ejemplos de marcas tipográficas europeas de los siglos XVI y XVII, huellas de los primeros impresores, conservadas en libros de la Biblioteca Franciscana. Están divididas en categorías temáticas: el Sol, la marca de Ioannem Keerbergium; las aves como águilas, halcones, palomas y cigüeñas, que formaban parte de una cofradía. Animales terrestres como leones, osos, gatos –en dos versiones de un mismo impresor veneciano-. La salamandra, al igual que el ave fénix, se creía resurgía de sus cenizas. Figuras humanas, caduceos y compases –específicos para indicar que se trataba de una imprenta Plantiniana- hasta la representación de un taller de impresión, son algunos de los ejemplos que se presentan en esta exposición. ¡Esperamos la disfruten!