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Nombre oficial: Orden de Frailes
Menores.
Latín:Ordo Fratrum
Minorum.
Siglas: O.F.M.
Lema: Paz y bien.
Tipo de orden: mendicante.
Por Francisco Daniel Mejía Sánchez
Los Frailes Menores tienen su origen en la Italia del siglo XIII. Desde su fundación, por San Francisco de Asís, se han constituido en tres familias que siguen una regla específica: la primera, que congrega a los religiosos varones; la segunda, organiza las congregaciones femeninas y la tercera, de laicos comprometidos y seglares penitentes. El uso común de la denominación “franciscanos” refiere a los religiosos varones observantes de la primera regla.
La presencia de la orden franciscana en México data de 1524 y fue el primer instituto religioso canónicamente establecido. La labor de los frailes franciscanos estuvo enfocada a coadyuvar en los procesos de culturización de la población indígena basada en una estructura educativa de doble vía: la enseñanza religiosa -catecismo- y la escolarización -estudio de gramática y lengua-. Los franciscanos actuaron tanto en los centros urbanos con un profundo arraigo cultural y densamente poblados fundando conventos y colegios; así como en territorios más alejados con asentamientos dispersos donde establecieron misiones. De esta manera, la presencia franciscana se extendió por todo el centro, sur y norte del actual territorio nacional, en el que establecieron jurisdicciones territoriales llamadas provincias y en el sur de los Estados Unidos, donde fundaron pueblos de misión.
A finales del siglo XVI llegaron miembros de otra rama franciscana conocidos como Descalzos destinados, originalmente, a la cristianización en Filipinas. Durante el siglo XVII, los franciscanos del territorio central, destinaron el uso de algunos de sus conventos para la práctica del recogimiento espiritual y los llamaron de Recolección o recoletos. En ese mismo siglo se establecieron los Colegios Apostólicos de Propaganda Fide independientes de las provincias y con jefatura establecida en Roma.
De esta manera, durante el periodo colonial, la Orden de Frailes Menores tuvo la siguiente estructura: la rama de los observantes, los franciscanos mejor conocidos en México, fundaron las provincias: del Santo Evangelio de México -a la que pertenecían los recoletos- (1536), San José de Yucatán (1559), San Pedro y San Pablo de Michoacán (1565), San Francisco de Zacatecas (1603) y Santiago de Jalisco (1606). La rama descalza fundó la Provincia de San Diego de México en 1599. Por su parte, los Colegios de Propaganda Fide se establecieron en las ciudades de Querétaro, 1682; Guadalupe, Zacatecas , 1704; México, 1734; Pachuca, Hidalgo, 1771; Orizaba, Veracruz, 1799; Zapopan, Jalisco, 1812 y Cholula, Puebla, 1860.
En el siglo XIX la nueva conformación del México independiente y la promulgación de las Leyes de Reforma generaron una grave crisis que trastocó el orden eclesiástico. Por ello, en 1897 el papa León XIII ordenó la reorganización de las ramas franciscanas. En 1908 el superior de la orden, en Roma, decretó la unión de las diversas provincias y colegios en México quedando bajo la denominación común y única de Orden de Frailes Menores.
Desde sus inicios, esta orden se caracterizó por la importancia que dieron a las colecciones bibliográficas de los distintos conventos y colegios que tuvieron bajo su cargo. En su regla y estatutos los franciscanos contemplan la existencia y desarrollo de éstas.
Característica fue la renombrada biblioteca del Convento Grande de San Francisco de México que identificó, como propios, sus libros con marcas de fuego. Otras bibliotecas franciscanas que emularon dicha práctica:
Nombre oficial: Orden de San
Agustín.
Latín: Ordo Fratum Sancti
Augustini.
Siglas: O.S.A.
Lema: Una sola alma y un sólo
corazón hacia Dios.
Tipo de orden: mendicante.
Por Mercedes Isabel Salomón Salazar
La orden religiosa fue fundada por el papa Inocencio IV en el siglo XIII al unificar comunidades de monjes de la región Toscana -centro de Italia-. Esta comunidad de frailes es distinta a los Canónigos Agustinos (OCRSA) surgida dos siglos antes. Ambas siguen las directrices denominadas Regla de San Agustín, dictadas por el santo obispo de Hipona; la cual rige también a otros institutos religiosos como los dominicos y jerónimos.
Como consecuencia de los descubrimientos terrestres del siglo XV, llevadas a cabo por Portugal y España, surgieron las misiones. Las órdenes mendicantes fueron el instrumento de evangelización de los nativos y, para los frailes agustinos en especial, la obra misionera significó un renacimiento, una segunda primavera en su historia.
Las misiones en Nueva España inician el 22 de mayo de 1533 con la llegada de siete misioneros provenientes de Castilla y Andalucía a San Juan de Ulúa. Les aventajaban los franciscanos con nueve años y seis los dominicos quienes los recibieron y hospedaron. Cuarenta días después, alquilaron una casa en la calle de Tacuba. Como la real cédula que los amparaba les prohibía fundar convento en México, pronto se movilizaron al sur de la ciudad a los barrios de San Miguel y Salto del Agua.
El proyecto evangelizador agustiniano destacó la integridad del indígena en un humanismo cristiano donde la educación de la persona iba de la mano con la formación cristiana. Los agustinos estaban convencidos de que la palabra de Dios fructificaba más con los piadosos ejemplos de su vida que con la fuerza de sus razonamientos. Robert Ricard los llama “verdaderos maestros de civilización” y resalta la confianza que tuvieron en la capacidad espiritual indígena, de tal forma que los iniciaron en la vida contemplativa al admitirlos en su orden.
El aumento de las vocaciones locales fue tal que, a partir de 1577 ya no fue necesario solicitar religiosos de España. Entonces llegaron a tener 46 conventos y 212 agustinos; número que se duplicó al final de la centuria con un total de 76 conventos.
Se consideran fundadores de la iglesia en tierras vírgenes a las que no habían llegado las demás órdenes: al sur, los actuales estados de Morelos, Guerrero y Puebla; al norte, entre los indios otomíes de Hidalgo. El oeste, la región de los tarascos, en Michoacán, fue una de las excursiones evangélicas más notables, donde se erigió la primera casa de estudios de jóvenes religiosos en la Provincia de Nueva España. En 1602 se volvió la sede provincial de San Nicolás Tolentino de Michoacán que se desprendió de la del Santísimo Nombre de Jesús de México.
Los agustinos misionaron en las lenguas nativas y tuvieron que aprender náhuatl, otomí, tarasco, huasteco, pirinda, totonaco, mixteco, chichimeca, tlapaneca y ocuilteca -estas dos últimas sólo fueron comprendidas por frailes agustinos-. Tal necesidad los motivó a confeccionar muy pronto un plan catequístico bien definido y apropiado a las regiones de su actividad apostólica. Además de la fecunda labor de conversión, los agustinos enseñaron a los indígenas agricultura, oficios útiles para la construcción y les enseñaban a leer, escribir, contar y cantar.
Al interior, la orden no fue ajena a la inestabilidad que produjeron, en el siglo XVII, los enfrentamientos entre frailes criollos y peninsulares por la participación en la administración y gobierno de las provincias. Crisis que también se dio en otros institutos religiosos y que la alternancia no solucionó. También compartieron otro problema, las secularizaciones en el siglo XVIII.
El siglo XIX fue un período difícil para las órdenes religiosas con la promulgación de leyes antieclesiásticas como la nacionalización de bienes y la exclaustración en 1859. La actividad de los religiosos se redujo, conservando nueve prioratos y ocho presidencias pero privadas de sus bienes muebles e inmuebles. Al finalizar el siglo, los veintiocho agustinos existentes sobrevivieron trabajando en iglesias del clero secular.
Las fundaciones agustinas más numerosas e importantes se llevaron a cabo en el siglo XVI y fueron construcciones grandiosas. Los conventos que sobresalieron por sus bibliotecas fueron Tiripetío, Tacámbaro, México, Puebla y los colegios de Guadalajara, Yuriria y el célebre San Pablo.
El religioso agustino más connotado es fray Alonso de la Veracruz (1509-1584). Concluidos los estudios universitarios, tomó el hábito y se embarcó hacia la Nueva España donde gozó de gran reputación intelectual. Fue impulsor del colegio de Tiripetío, donde tuvo a su cargo las cátedras de teología y filosofía. En 1553, participó en la apertura de la Real y Pontificia Universidad de México donde enseñó escritura sagrada, teología y, se creó para él, la cátedra de Santo Tomás. Trajo consigo un cargamento de 60 cajas de libros para fundar la biblioteca de Tiripetío que, además, decoró con mapas, globos celestes y terrestres, astrologías, orologías, ballestillas, planisferios y todo tipo de instrumentos para las artes liberales. Otro bibliófilo agustino fue el arzobispo de México y virrey de la Nueva España fray Payo Enríquez de Rivera; no perteneció a ninguna de las dos provincias novohispanas, pero procuró las obras desarrolladas por la orden en la colonia. Tras renunciar a sus cargos, donó sus posesiones al asilo de huérfanos, su biblioteca al Oratorio de San Felipe Neri y volvió a España.
Nombre oficial: Orden de Hermanos de
Belén.
Lema: “De Belén al Calvario,
ése es nuestro itinerario”.
Tipo de orden: hospitalaria,
laical.
por Jonatan Moncayo Ramírez
Los miembros que conformaban el conjunto de órdenes hospitalarias dedicaban su vida, al menos en teoría, no a la sanación de enfermedades, sino a una labor de servicio espiritual, cuidado y socorro de los más necesitados, realizando para ello un cuarto voto de hospitalidad, además de los tradicionales de obediencia, castidad y pobreza. Las órdenes hospitalarias que estuvieron presentes en la América española fueron la de la Caridad o de San Hipólito; la de San Juan de Dios; la de San Antonio Abad; la de San Camilo y la de Nuestra Señora de Belén.
Tras la fundación de un pequeño hospital en Santiago de los Caballeros de Guatemala el año de 1655, a raíz de la experiencia carismática de un español pobre, el terciario franciscano Pedro de San José Betancur (1626-1667), sus sucesores, conocidos a la postre como betlemitas, se convirtieron en un importante instrumento de formación social. Reconocidos como una nueva familia religiosa a partir del año de 1667, con la aprobación de sus primeras constituciones, se dedicaron al cuidado de la convalecencia –actuando desde una dirección corporal, espiritual y socioeconómica– además de la educación de niños pobres. Construyeron una propuesta original y simbiótica, la cual rápidamente ganó adeptos, expandiéndose a lo largo y ancho de América.
Junto al hospital de Guatemala, sus dos principales hospitales fueron el de Nuestra Señora del Carmen, en la ciudad de Lima, y el de San Francisco Javier, en la ciudad de México, fundados en 1671 y 1675 respectivamente. A la ciudad de Puebla llegaron el año de 1682 a instancias del obispo Manuel Fernández de Santa Cruz y del ayuntamiento (por conducto del alguacil mayor, Miguel Raboso de la plaza y del regidor Nicolás de Victoria Salazar), quien dispuso el sitio donde abría de fundarse el hospital, mediante la compra de un terreo al convento de Santa Catarina, ubicado en “la calle que va del Convento de Santo Domingo a el barrio de San Pablo, junto a la troje que llaman del obispo” (actualmente la esquina de la 4 poniente y 7 norte). Los hospitalarios nombraron a Francisco de Sales como patrón de su hospital, a petición del obispo Santa Cruz.
Las librerías contaron con un espacio propio dentro de los hospitales betlemitas. Para el caso de Puebla, 242 obras conformaron el fondo de origen de su hospital. En 1706 contaba con 327 libros, y para 1768 el número se incrementó a 826. En la actualidad la Biblioteca Histórica “José María Lafragua” resguarda 487 libros procedentes del hospital de convalecientes de Puebla, identificados por medio de su marca de fuego. Esta marca era la misma utilizada para el ganado de sus haciendas.
Nombre oficial: Orden de Nuestra
Señora del Monte Carmelo.
Latín: Ordo Fratrum Beatissimae Mariae
Virginis de Monte Carmelo.
Siglas: O.C.D.
Lema: Me consume el celo por el Señor,
Dios de los ejércitos.
Tipo de orden: mendicante.
Por Manuel E. de Santiago Hernández
La fundación de la comunidad carmelitana tiene un antiquísimo origen, aun precristiano, que una tradición propia atribuye a los profetas Elías y Eliseo. Fue en España, en el último tercio del siglo XVI, que la hermana Teresa de Ávila y fray Juan de la Cruz emprendieron una profunda reforma de la orden de la cual, enfrentados a los tradicionalistas, nació la Orden del Carmen Descalzo.
Los religiosos carmelitas reformados que integraron la misión de la Nueva España arribaron a ésta en el mes de septiembre de 1585, encabezados por fray Juan de la Madre de Dios. A poco de haber llegado el virrey, quien había sido su compañero de viaje, les concedió la ermita de San Sebastián, en el barrio indígena del mismo nombre, al noroeste de la ciudad de México donde al cabo de corto tiempo construyeron su primer convento.
Fue en 1598 cuando los carmelitas novohispanos se separaron de la provincia de Sevilla y fundaron la provincia de San Alberto, pero ya contaban con cuatro conventos: el de la ciudad de Puebla, fundado en 1586; el de Atlixco (Puebla) en 1589; el de Valladolid (Morelia) en 1593 y el de Guadalajara en 1593. En 1597 se erigió el convento de Celaya (Guanajuato).
La rama femenina de la orden se instaló en Veracruz primero, pero en 1601 recibió la licencia del obispo don Diego Romano para fundar una casa y beaterio de mujeres en la ciudad de Puebla, la cual se transformó en convento el 6 de junio de 1603, el primero de esa orden en América. Una cédula real autorizó dicho establecimiento en Nueva España, el convento de San José y Santa Teresa, lo cual se llevó a cabo el 27 de diciembre de 1604.
El intento misional de Filipinas y el de California fracasaron, principalmente por la corriente dorista que prevaleció en la Congregación de España
Estos cinco religiosos eran sacerdotes. Vinieron además los siguientes hermanos coristas: Fr. José de Jesús María, natural de Lisboa. Primer Procurador General. Murió en México en 1629; Fr. Juan de Jesús María (Robles), natural de Sevilla. Fue Maestro de Novicios, escritor y Provincial. Murió en México y Fr. Hilarión de Jesús, de Prado Longo. Primer Vicario del Convento de Morelia. Murió en México en 1630.
Tres fueron los hermanos donados que vinieron en la expedición:
Venía también el hermano diácono Fr. Cristóbal del Espíritu Santo, pero cuando iba a salir la expedición, enfermó y murió en San Lúcar de Barrameda.
“
Pero en el convento, por ser el lugar y la
hora de la noche, se sabe mejor que en los otros tres espacios
[prostíbulo, manicomio y cárcel] que el objeto de
la historia es la ausencia y que el sentido de la historia es
la presencia”.
Carlos Fuentes1
Por Mercedes Isabel Salomón Salazar
Al poco tiempo de que Fray Juan de Zumárraga llegó a México se tuvieron noticias de una primera casa de 'beatas'2 (nombre con el que se les conocía) que consistía más bien en un grupo reducido de mujeres españolas piadosas que eran ayudadas por indias formales y devotas y cuya misión principal era su adoctrinamiento. Dicha casa recibió el nombre de Convento de la Madre de Dios y en 1526, su encargada, doña Catalina de Bustamante fue nombrada directora del primer colegio de niños indígenas del continente americano en Texcoco, convirtiéndose así en la primera educadora de América.
Para 1529, al enviar una petición al Consejo de Indias para que se crearan monasterios suntuosos de monjas profesas a la manera de Castilla, especialmente para las mujeres españolas, Fray Zumárraga hace mención de otras casas existentes en: "Otumba, Tepeapulco, Huejotzingo, Tlaxcala, Chilula y Coyoacán"3 . En ese entonces el presidente del Consejo no consideró dicha petición prioritaria en el proceso de evangelización. Por lo anterior, en uno de sus viajes a Toledo, el obispo hizo arreglos para que algunas monjas de la Concepción vinieran a México, lo cual consiguió hasta 1540. Mediante Breve de Pablo III y la venia del Virrey Mendoza "se instalaron en la última manzana del cuadrilátero designado para residencia de españoles en casas del Capitán y Conquistador Andrés de Tapia."4 Este convento se rigió por la regla fundamental de San Francisco sin que por eso pudieran llamarse de monjas franciscanas. Por tanto, la casa fundada en México fue hecha exenta de la jurisdicción de la Orden Seráfica y aunque alguna vez pretendieron que así fuera, la orden no las admitió por las diferencias en sus estilos de vida.
Para 1586 además de que las monjas podían hacer los cuatro votos de pobreza, castidad, obediencia y clausura, gracias a Sixto V se les permitió que dichos votos se elevasen a profesión solemne y su dispensación dependiera de la Santa Sede. Por una inundación ocurrida en 1629, las concepcionistas perdieron su casa. D. Simón de Haro les apoyó para construir el primer monasterio propiamente dicho, el cual tenía "una huerta interior, jardines y lago … y callejuelas interiores para habitación del personal adherido al Convento."5 Para entender mejor esto es necesario mencionar que en Nueva España hubo dos tipos de instituciones monásticas femeninas: "las de religiosas descalzas o monjas que seguían la vida común y cumplían con el voto de pobreza, y las calzadas, cuya regla, menos rígida, dio cabida a seguir la vida particular, en la que se mantuvieron durante más de dos siglos."6 Dado que las Concepcionistas eran calzadas, era frecuente que tuvieran viviendas costeadas por sus familiares donde alojaban a criadas y en algunas ocasiones a huérfanas que aspiraban a ser monjas.
De este Monasterio, el más antiguo de todos los de Nueva España, se fundaron el monasterio de Regina (1573) del que derivaron el de San Bernardo de México (1636), San Miguel el Grande (1756)7 y Jesús María (1578). Del convento primero surgieron además el convento de San José de Gracia en 1610, el de Nuestra Señora de Balvanera de la Penitencia (1573), dado a conocer como convento en el primer tercio del siglo XVII y que fue conocido como Santa Mónica. Y el de Santa Inés de México en 16008. El de la Encarnación de México, que tuvo un edificio verdaderamente regio, fue concluido y consagrado en 16489. Por último, el Convento de Regina Coeli de Oaxaca fundado en 1587. En 1636 de fundó otro convento de concepcionistas bajo el nombre de Bernardas por tres monjas de Regina, hermanas de su difunto fundador don Juan Márquez Orozco. Por último se fundaron los conventos de Nuestra Señora de la Consolación en Mérida abierto al culto en 1633 y el de la Limpia Concepción de Puebla (1585) que fue el segundo en asentarse después de Santa Catalina de Sena. Curiosamente este último convento, a diferencia del de México, solo aceptaba mujeres criollas y peninsulares.
Todos los conventos concepcionistas usaron el mismo hábito: túnica y escapulario de estameña blanca10, manto azul, velo negro con toca blanca que cubría hasta el pecho.
Estas tuvieron su origen en Antequera, Oaxaca gracias a doña María de Montenegro quien una vez más reunió una pequeña comunidad a menera de beaterio. Al principio, para evitar el trámite de licencias obedecieron la regla de la Tercera Orden de Santo Domingo. En 1555 obtuvieron las licencias necesarias para organizar un convento formal. Apoyadas por el obispo Fray Bernardo de Albuquerque, vinieron de México dos monjas Clarisas como maestras de novicias (lo cual duró poco tiempo) y a un fraile dominico a quien encargó la creación de un coro. De este convento se derivaron todos los del país: Santa Catalina de México (1680), Valladolid (1697), el de Guadalajara, el Antiguo Convento de Santa Catarina de Pátzcuaro (1747) llamado Casa de los Once Patios, y el de Puebla de los Ángeles. En esta ciudad, se fundó bajo la gestión de don Fernando de Villa Gómez y resultó ser "el más antiguo en la rama femenil"11 en el siglo XVI.
Su convento tuvo un origen muy especial pues surgió de la reunión de una señora llamada Francisca de San Agustín y sus cinco hijas, a las que se sumaron otras amigas bajo la dirección de un franciscano. Se autodenominaron religiosas de nuestra Madre Santa Clara pues seguían la regla de la santa. Mientras el Arzobispo y los Franciscanos se disputaban la jurisdicción (pues conforman la Segunda Orden de San Francisco), ellas se dirigieron directamente al Papa San Pío V pidiéndole la confirmación canónica, la que les fue otorgada en abril de 1670.
De este convento se derivaron el de San Juan de la Penitencia (1698) y el de Santa Isabel que fue conformado por Franciscanas y Clarisas, no descalzas sino de las Urbanistas. Del Convento de Santa Clara y el de Juan de la Penitencia salieron las monjas que fundaron el convento de Puebla de los Ángeles (1692). Este convento fue célebre porque sostenía una célebre botica con la que se socorría a muchos pobres y por su receta de camotes en dulce. Del convento de México se fundó también el de Santa Clara de Atlixco y Querétaro (1607). Luego, Corpus Christi destinado exclusivamente a religiosas indígenas (1724) en el que ingresó la nieta del Emperador Moctezuma. De este convento surgieron las fundaciones de Cosamaloapan y la de Nuestra Señora de los Ángeles en Oaxaca (XVIII).
Tanto el convento de la ciudad de México como el de Puebla se constituyeron para albergar a las hijas de la nobleza novohispana.
Pobres Clarisas de la Primitiva Observancia
Esta orden surge de una rama de Pobres Clarisas de la Primitiva Observancia. Su fundadora, María Laurentia Longo, abrazó la regla de las religiosas terciarias de San Francisco. A pesar de su lazo franciscano fue mayor la pobreza y austeridad de las Capuchinas, además de su elevado ascetismo y alta espiritualidad. También las caracterizó un espíritu constante de abnegación y de humildad profunda, perfecto desasimiento de las cosas terrenas, continuo trabajo corporal, sueño corto e interrumpido por la asistencia a maitines a las doce de la noche. Sus constituciones les prohibían tener propiedades ni celdas particulares por lo que todas las áreas eran comunes. Se mantenían de la caridad pública.
Provenientes de Toledo llegaron a México en 1665 y el convento de San Felipe de Jesús fue bendecido en 1673. De éste surgieron siete de ocho conventos que hubo de la misma regla; pero de él directamente salieron las fundaciones de Puebla: Capuchinas del Señor San Joaquín y Señora Santa Ana (1703); San José de Gracia de pobres capuchinas de Querétaro12 (1721), Lagos (1756) y la Villa de Guadalupe. El Convento de México duró 195 años.
Las Teresianas tuvieron convento hasta 1616 el cual fue fundado de una manera muy original: dos religiosas de Jesús María estaban deseosas de mayor observancia; conocedoras de la obra de la Virgen de Ávila, de su santa regla y manera de vivir, se decidieron a fundar un nuevo convento no sin pasar muchas y muy variadas dificultades. Las Carmelitas de Puebla les peleaban el derecho de ser las fundadoras. Consiguieron un generoso bienhechor quien les construyó su iglesia y convento en la plazuela de Loreto a principios del siglo XVIII. Entre estas monjas estuvo la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz, mas no pudo profesar por no contar con la suficiente salud para el cumplimiento de una regla tan áspera y de tanta abnegación. Los conventos hermanos de Santa Teresa fueron el de Querétaro a principios del siglo XIX y el de Morelia (1824).
El de Carmelitas descalzas de Puebla tuvo su inicio en Veracruz por la unión de siete beatas, las hermanas Nuñez y otras damas españolas dirigidas por un jesuita, Antonio Ruiz y amparadas por el Obispo Diego Romano. Llegaron a Puebla en 1601. Dos años más tarde solicitaron licencias a Roma para establecer un convento bajo la regla de las carmelitas descalzas bajo la advocación de Señor San José. Su segundo y definitivo edificio fue el segundo convento de carmelitas descalzas de la reforma de Santa Teresa de Jesús construido en Nueva España. El segundo que se derivó de este es el de Nuestra Señora de la Soledad y del Corazón Trasverberado de Santa Teresa (1745).
Doña María Ignacia Azlor, originaria de Coahuila, pensó fundar en México la Compañía de María de religiosas que fueron conocidas como de la Enseñanza. Ingresó en el Convento de Tudela en España donde profesó en 1745 y de allá trajo dos novicias y dos aspirantes, las llevó al Convento de Regina, les donó 72,000 pesos, sus joyas y millares de cabezas de ganado. La primera iglesia que se hizo dentro del Convento de Regina se concluyó en 1754. El Arzobispo concedió a María Ignacia el patronato de por vida y después a sus sobrinos. Disfrutó el Convento de la Enseñanza la estimación general de la Ciudad de México. "Sus monjas eran tenidas por de lo más ilustradas, de trato franco, afable, virtuosas sin gazmoñería, dotadas de los dones de gobierno y de enseñanza; allí se formaron buenas hijas, buenas esposas y buenas madres."13
En 1708 se hizo la fundación de Guadalajara y a principios del siglo XIX, la de Irapuato y en 1708 en Aguascalientes.
Aunque se mencionan varios conventos en México su número llegó a 57 habitados por 1700 monjas.
Fue la familia de doña Isabel de Barrios: su segundo esposo, Diego de Guzmán y los hijos de su primer marido Juan, Isabel, Juana, Antonia y Marina Guevara de Barrios, los que tomaron a su cargo el deseo familiar de fundar un convento de la orden de San Jerónimo cuyo titular sería Santa Paula. Ellos buscaron los recursos económicos necesarios para su establecimiento: compraron una casa. Isabel obtuvo las aprobaciones y la readaptación de la casa en convento; compró muebles, imágenes y plata para los servicios religiosos. Abasteció el convento con alimentos para un año, así como esclavos y criadas para el servicio. Isabel fue patrona y fundadora de la orden en México. Contiguo al convento hubo un colegio para niñas. Este convento llegó a ser muy conocido por una monja de gran renombre, escritora, poetisa y mística: Sor Juana Inés de la Cruz. "Las monjas de México fueron una rama de descalzas reformadas a quienes adaptó la regla Fray Luis de León y puso en ejecución Sor Mariana de San José -fundadora de los conventos de Valladolid, Palencia, Medina del Campo y Madrid."14
Diez años más tarde, cinco monjas salieron de este convento con rumbo a Puebla para fundar un colegio para mujeres llamado originalmente de Jesús María (1600).
Nombre oficial: Orden de Nuestra
Señora de la Merced Redención de Cautivos
Cristianos.
Latín: Ordo Beatæ Mariæ
Virginis de Redemptione Captivorum.
Siglas: O. de M.
Lema: “Alegremente dispuestos a dar la
vida”.
Tipo de orden: militar;
mendicante.
Por Arturo Valentín Arrieta Audiffred
San Pedro Nolasco nació hacia el año 1180 en Mas de las Santas Puellas en el sur de Francia; de sus padres recibió una cristiana formación y la profesión de mercader, oficio muy destacado en la Edad Media. Muy pronto emigró a Barcelona, España. Allí constató los horrores del cautiverio que sufrían los cristianos en manos de los musulmanes. Fue fundamental su experiencia de mercader para su futura vocación. En 1203 Nolasco emprende el camino de dedicarse al rescate de cautivos cristianos mediante el pago de una suma de dinero. Al comienzo invierte su propia fortuna. Para rescatarlos, Nolasco y sus seguidores debían agotar todos los medios y estar dispuestos a quedarse en la cárcel si fuera necesario para salvar la fe de un cautivo. El 10 de agosto de 1218 en la Catedral de Barcelona, Nolasco y sus compañeros recibieron el hábito blanco de manos del obispo don Berenguer de Palou, quien daba su aprobación oficial a la obra mercedaria. También el rey don Jaime I de Aragón entregó a Nolasco su escudo de armas, distintivo que hasta hoy llevan los miembros de la Familia Mercedaria. El 17 de enero de 1235 el Papa Gregorio IX aprobó la Orden de la Merced. De esta manera, se reconoció el don especial de la redención de los cautivos. Fueron muchos los mercedarios que soportaron el martirio por causa de la fe. Esto se expresó en el Cuarto voto de Redención, compromiso solemne de dar la vida por la libertad del cautivo.
Las hermanas mercedarias existen casi desde el inicio de la Orden. Recibidas por el propio Pedro Nolasco, eran mujeres de condición social holgada, que disponían de bienes suficientes para vivir convenientemente en sus propias casas y que se consagraban totalmente al servicio de Dios, de los cautivos, de los pobres y de los enfermos. A principios del siglo XIV algunas hermanas se fueron agrupando en casas para llevar vida de comunidad, y constituyeron lo que se conoce con el nombre de beaterios. Vivían observando la clausura, sin excluir la vida activa, después de la profesión de votos. Después del Concilio de Trento, siglo XVI, los beaterios se transforman en conventos autónomos de clausura papal, constituyendo la segunda Orden Mercedaria. María del Refugio Aguilar fue la fundadora de las hermanas mercedarias en México. El 25 de marzo de 1910 firmó el alquiler de una casa en Ramón de Guzmán 127 (Ciudad de México), hecho que ha sido considerado como el comienzo de la obra apostólica y, por consiguiente, fecha de la Fundación del Apostolado de Jesús Eucarístico, conocido hoy como Instituto de Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento. El 30 de agosto de 1980 se constituye el Instituto de Religiosas de la Orden de Ntra. Sra. de la Merced. Son religiosas mercedarias, que habiendo estado en la Federación de Monjas de la Orden de la Merced, tras el Concilio Vaticano II, optan por la vida apostólica o vida activa, profesando el cuarto voto. Las religiosas mercedarias dedican su mayor y más importante actividad a la tarea educativa.
Información tomada de los sitios:
COMISIÓN INTERMERCEDARIA DE LOS COLEGIOS DE ESPAÑA. 2008. La escuela mercedaria un proyecto de libertad. Recuperado el 7 de julio de 2010: http://www.mercedarias.com/santander/documentos/Documento%201.doc
Historia Mercedaria. (s.f.). Recuperado el 7 de julio de 2010, de Colegio San Pedro Nolasco de Quillota: http://www.cspnq.cl/historiamercedaria.html
Nombre oficial: Compañía de
Jesús.
Latín: Societas Jesu o Societas
Iesu.
Siglas: S.I. o S.J.
Lema: “A la mayor gloria de
Dios”.
Por Rocío Cázares Aguilar
Orden de clérigos regulares fundada por Ignacio de Loyola y aprobada por el Papa Paulo III en 1540. Los jesuitas llegaron a México el 28 de septiembre de 1572 a misionar y también a fundar escuelas para contribuir a la mejora moral y cultural de la sociedad criolla novohispana. La orden de San Ignacio pronto se reconoció como la primera dedicada a la enseñanza. Poco tiempo después de su llegada a la Nueva España comenzaron a levantar un edificio para enseñar las clases de letras, de filosofía y teología y en 1586 fundaron el Colegio de San Gregorio, un establecimiento para niños indígenas. Ahí permanecieron hasta que se trasladaron a Tepozotlán en 1595. Posteriormente abrieron cuatro colegios para estudiantes externos. Los jesuitas estudiaron ahí filosofía y teología hasta 1625 en que los estudios filosóficos pasaron a la ciudad de Puebla. En esta ciudad hacia 1579 abrieron el colegio de niños indios y criollos encabezado por un nobel jesuita, el padre Antonio de Rincón, descendiente de los reyes de Texcoco. Más tarde se trasladaron al Colegio de San Javier en la misma ciudad.
A partir del siglo XVII los jesuitas emprendieron una gran actividad misional en el norte de México entre los tepehuanes, tarahumaras, yaquis, coras, etc. Sobresalieron en el estudio de lenguas indígenas, publicando diversos diccionarios, gramáticas, vocabularios y sermones en unos treinta idiomas nativos. El 25 de junio de 1767 se presentaron fuerzas armadas en la Casa Profesa de México y en todos los colegios para notificarles que eran expulsados de territorio novohispano por orden del rey Carlos III. Fueron desterrados a los Estados Pontificios, en Boloña y Ferrara. En 1773 a través del Breve de Clemente XIV se dio a conocer la supresión definitiva de la compañía. Fue hasta el 7 de agosto de 1814 que el Papa Pío VII autorizó que los jesuitas restablecieran la orden de San Ignacio.
En México se restableció igualmente y recuperaron el Colegio de San Ildefonso y el Colegio de San Pedro y San Pablo, sin embargo con las leyes de Reforma del siglo XIX sufrieron dispersión al igual que las otras órdenes religiosas y el clero en general.
Nombre oficial: Orden de
Predicadores.
Latín: Ordo
Praedicatorum.
Siglas: O.P.
Lema: “Alabar, Bendecir y
Predicar”.
Tipo: Mendicante.
Por Rocío Cázares Aguilar
La Orden de Frailes Predicadores fue fundada por Santo Domingo de Guzmán en 1216. En 1220 se realizó el primer Capítulo General de la Orden celebrado en Bolonia y ahí se redactó la segunda parte de las Constituciones y un año después se acordó la creación de las ocho Provincias en Europa.
Con la misión de evangelizar al Nuevo Mundo un pequeño grupo de dominicos arribó a la Nueva España en 1526 al puerto de Veracruz con los tres padres fundadores: Fray Domingo de Betanzos, Fray Gonzalo Lucero y Fray Vicente de las Casas. A partir de 1528 la Orden comenzó a extenderse hacia el sur y sureste de México -Valle de México, Morelos y Puebla- por la mixteca -de Puebla y Oaxaca- y por la región zapoteca -de Oaxaca y Chiapas-, con un gran crecimiento misionero. Dados estos frutos, en 1532 Fray Domingo de Betanzos solicitó la autorización de Roma para la creación de la Provincia de Santiago de México que se obtuvo dos años después. Asimismo hacia 1592 se dio la fundación de otra provincia en la región de Oaxaca con el nombre de San Hipólito. En 1656 se creó la de San Miguel y Santos Ángeles asignándosele los conventos de la diócesis de Puebla y los de Teposcolula, Coixtlahuaca y Tamazulapan, siendo la sede principal el convento de Santo Domingo, en la ciudad de Puebla. Los dominicos trabajaron, a mediados del siglo XVII, en la región zapoteca y hacia el norte de México, Guadalajara, Zapotecas, Sierra Gorda y Baja California.
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